Palabras y hechos: la balanza del equilibrio en el liderazgo político

OPORTUNO PARA REFLEXIONARLO EN NAVIDAD

El mundo actual se caracteriza por el manejo permanente de altos volúmenes de información sobre todo en los medios digitales.

No obstante, es común descubrir que mucha información que circula por esos medios carece de argumentos sólidos y veracidad, por ello, es importante aprender a discernir lo veraz de lo que no lo es, para evitar un ambiente de confusión y desconfianza.

En nuestra relación con las otras personas ocurre algo similar más en la comunicación política. Es importante transmitir autenticidad a los demás para que se genere un clima de certidumbre y seguridad, lo cual es particularmente significativo al referirse a la correspondencia entre las palabras y los hechos. Esto así, no solo porque lo que decimos sea la verdad o no, sino que sea el mensaje real y sincero y que eso esté correspondido con lo que queremos, sentimos y hasta lo correspondido de hacerse efectivamente, ya que se plantea en público una cosa y por lo bajo todo lo contrario hasta produciendo mucho daño y división si de unidad es su temática referida en público haciendo así honor lo ya dicho de la propia naturaleza del ALACRAN.

Aqui es oportuna la ocasión para muy bien recordar al célebre Mahatma Gandhi al aludir esa conexión expresó:


«La felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos».

La dinámica de la vida más en la actividad política, que vemos en el día a día con el nivel tan bajo e inconsciente que hace que, en muchos casos, se dificulte en lideres políticos o instituciones el ser coherentes en situaciones o escenarios, lo cual debe ser abordado en forma madura y sensata.

Evidentemente todos los seres humanos hemos en algún momento de nuestra vida actuado de manera incoherente, por lo que siempre es importante evaluar la frecuencia y que tanto nos termina afectando eso en nuestra vida política, profesional y personal y con esto dañamos a los demás relacionados porque genera mucho malestar querer hacer una cosa pero terminar haciendo otra o no saber exactamente qué es lo que deseamos, y actuar desde el “deber ser” todo el tiempo sin darte cuenta que es lo que queremos, y entonces exhibir sin darnos cuenta vender la peor miseria humana del chisme, la envidia, el odio, la exclusión, la mezquindad, el egoísmo y por tanto la división familiar, en los partidos, en las empresas, en la vecindad en fin donde quiera que esté nuestra presencia porque trasladamos, llevamos lo que alguien llamó LOS SELLOS GRISES, que siempre nos acompañarán y lo practicaremos como la sombra al cuerpo.

Ahora bien, los principales líderes de cualquier institución deben, y no lo hacen siempre, emprender en forma madura, equilibrada, equitativa y sensata la tarea de impulsar, fomentar y mantener la mayor coherencia posible entre nuestras palabras y acciones, que requiere de una significativa disposición, voluntad y temple de acero con responsabilidad en su papel a juzgar, ya que los trances que pueden doblegarlas tienden a producirse en ambientes de conflictos, dudas, intereses y dificultades que son susceptibles a crear en nosotros, inestabilidad y desasosiego por lo cual la ayuda profesional es muy aconsejable porque desde adentro no nos podemos ver, ni vemos y los líderes deben estar a la altura de su papel y la de la circunstancia colectiva que dicen representar no personal porque de entrada ya está descalificado.

Esto así, porque entonces viviremos en las entidades y en los entornos en un círculo vicioso de falsedades interminables lacerantes que limitan la calidad y la cantidad porque unos pocos o una persona quiera imponerle a la mayoría su interés de beneficio personal los criterios de la regla del juego, claramente, establecida por y para todos por igual. Negándose así mismo, totalmente, con la intolerancia, la imposición antidemocrática que LOS HECHOS DEBEN COINCIDIR CON LAS PALABRAS y viceversa, como lo ha planteado tan exacto y oportuno la sicóloga San Gil.