La cumbre presidencial y el subliminal mensaje de sucesión
Alfonso Caraballo
El escenario político dominicano, siempre dinámico y cargado de simbolismo, ha ofrecido recientemente un evento que merece una lectura profunda más allá de la justificación oficial. La cumbre convocada por el actual presidente Luis Abinader con sus predecesores – Hipólito Mejía, Danilo Medina y Leonel Fernández – bajo el pretexto de abordar la crisis haitiana, no solo fortalece la figura del convocante, un principio básico de la política de alto nivel, sino que, a través de su composición y el contexto actual del país, parece enviar un mensaje más complejo y, quizás, subliminal sobre el futuro liderazgo de la nación.
Para un analista, la primera pregunta crucial es: ¿Por qué líderes de esta estatura acceden a una reunión de este tipo, sabiendo que consolida al anfitrión? La respuesta reside en la magnitud de los desafíos que la convocatoria pretende abordar o en la relevancia estratégica que el convocante logra proyectar.
Si bien la crisis migratoria de origen haitiano es una preocupación genuina y acuciante, la interpretación heurística nos obliga a considerar si existen otras circunstancias, tanto nacionales como internacionales, que justifiquen la congregación del liderazgo político máximo del país.
República Dominicana no es un actor menor en el tablero regional e internacional. Es la séptima economía de América Latina, un pilar de estabilidad democrática en un Caribe a menudo convulso (a diferencia de Cuba, Venezuela, Haití, Jamaica, etc.). Su posición geográfica y su relevancia económica la convierten en un punto de interés estratégico para las grandes potencias.
La presencia reciente en el país de figuras de alto calibre como Marco Rubio (justo al inicio de su gestión, señalando el interés de EE.UU.), Serguéi Lavrov (representando a Rusia) y Musalia Mudavadi (Canciller de Kenia, nación clave en el tema haitiano) subraya la compleja red de intereses geopolíticos que convergen en la isla.
La lucha por la influencia entre Estados Unidos, China y Rusia en la región caribeña sitúa a la República Dominicana en una posición particularmente relevante.
En este contexto de desafíos complejos, tanto internos como externos y geopolíticos, la convocatoria de la cumbre adquiere una dimensión diferente. Aquí es donde entra en juego el principio de «El Medio es el Mensaje». Observemos quiénes fueron convocados y, crucialmente, cuál es su estatus político actual y futuro:
- Luis Abinader: Presidente en ejercicio, convocante, constitucionalmente impedido de postularse a la reelección en el próximo ciclo electoral.
- Hipólito Mejía: Expresidente, constitucionalmente impedido de postularse nuevamente a la presidencia.
- Danilo Medina: Expresidente, constitucionalmente impedido de postularse nuevamente a la presidencia.
- Leonel Fernández: Expresidente en tres ocasiones, líder de la oposición y reconocido por su profundo conocimiento de la política internacional y sus probadas dotes de estadista. Constitucionalmente habilitado para postularse a la presidencia.
La nómina de invitados no es aleatoria. Representa la cúspide del liderazgo político dominicano de las últimas décadas. Sin embargo, al incluir a tres expresidentes de los cuales solo uno, Leonel Fernández, tiene la capacidad legal de presentarse como candidato presidencial en el futuro inmediato, la composición de la cumbre va más allá de una simple reunión de cortesía o un frente común ante una crisis específica.
La interpretación que emerge es que, sea cual sea la motivación declarada para la cumbre (la crisis haitiana) o las razones geopolíticas subyacentes (posicionar a RD ante las potencias), el acto de reunir a este grupo selecto envía un mensaje claro: los desafíos que enfrenta y enfrentará el país en el futuro cercano son de tal magnitud y complejidad que requieren de un político de vastísima experiencia, con una cuota de liderazgo probada y, particularmente, con dominio del escenario internacional.
Entre los presentes en esa mesa, el único líder que encaja perfectamente en esa descripción y que además está habilitado por la Constitución para asumir la presidencia en el futuro, es Leonel Fernández. Al sentar a Fernández junto a líderes imposibilitados de postularse y el presidente saliente, Abinader, consciente o inconscientemente, lo posiciona como el único entre los «grandes ligas» de la política dominicana reciente que puede efectivamente tomar el relevo y enfrentar los desafíos que se discuten en cumbres de esta naturaleza.
No se trata de un respaldo explícito, por supuesto. La política dominicana es mucho más sutil.
Pero la puesta en escena, el contexto de complejos desafíos nacionales e internacionales, y la cuidadosamente seleccionada lista de invitados – notable por la elegibilidad o inelegibilidad de cada uno – construyen una narrativa donde el «medio» (la cumbre y sus participantes) se convierte en el «mensaje»: el líder con la experiencia y estatura requeridas para los tiempos venideros, y que además está constitucionalmente disponible, es Leonel Fernández.
Es una señalización sutil, quizás subliminal para algunos, pero para el ojo entrenado del análisis político, un movimiento estratégico que posiciona a Fernández como el sucesor idóneo para liderar la República Dominicana ante los complejos escenarios que se avecinan. La política, después de todo, se juega tanto en los discursos como en los gestos y las composiciones de poder.